Que no corten la luz
- Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean
- 12 abr 2022
- 2 Min. de lectura
Es la primera vez que creo un blog. Tengo amigos que los han tenido por legiones. Amigos que se criaron en pueblos, igual que yo. Entonces: ¿Por qué ahora? ¿Es la extranjeridad la que echa una pátina de purpurina sobre todo? ¿Es solo la fascinacioncita que me produjo otro blog?
Borro tres párrafos largos que escribí en clave crónica: Rocío me señala que ahí hay un brillo que ella quiere pispear: tal vez en formato libro. Lo que es el deseo del otro. En realidad a los párrafos no los borro: no soy Zelarayan y no estoy corrigiendo. Con lo que me cuesta escribir, paso los bloques a un word e imagino que los pondré en otra entrada de este blog.
Sí, a mi me cuesta llegar a una escritura satisfactoria. Me siento cercano al Hada que no invitaron cuando le dice a El campo en una entrevista que ella escribe cuando tiene la casa ordenada. Que después del orden, hay un sentimiento que a ella le permite escribir de un tirón, un poema que sale enterito: como una criatura que nace sana. Entonces ya que ahora es la enfermedad la que me deja en la tranquilidad: abro un blog, escribo y escribo: no quiero tirar a la basura mis palabras: no es que tanto valgan o sean irremplazables, es que van por un recuerdo de infancia.
Cuando yo era chico no leía. No tenía ninguna relación con la literatura más allá de los libros de Harry Potter. Toda mi necesidad de ficción estaba cubierta por los jueguitos. En mi casa llegué a jugar al Family, al Sega y a la Play I como consolas; después en la PC emulamos hasta el cansancio la Game Boy Advance: consola que tanta alegría ha traído a los nacidos en los noventa pero que jamás nadie ha tenido entre las manos.
En ese tiempo, todos los juegos tenían una dificultad que estaba adherida a la limitación de lo automático: para grabar, guardar el juego, había que encontrar siempre un punto de guardado, un lugar para grabar que permitía dejar por escrito toda nuestra alegría de haber jugado. Una escritura que permitía olvidar, pasar a otra cosa y recordar. Todo lo que sucedía entre grabación y grabación, estaba en un limbo posible de ser tragado.
Fuera del tono mistificado, eso no sería un problema si uno tuviera una electricidad estable, pero en los pueblos de Corrientes, que corten la luz es muy frecuente. Entonces uno podría haber estado toda una tarde jugando un Final Fantasy, un Shining Force, un Golden Sun, un Tales of Destiny y perder toda la alegría del descubrimiento, de lo jugado y ganado por primera vez para transformarlo en una repetición que transformaba el juego en obligación.
De ahí viene el no querer perder lo escrito: algo que funciona mal a la hora de querer transformar un poema en un objeto estético. En fin, ahora cambié el nombre de mi primer entrada al blog y no respondo a la pregunta que trajo la escritura en un inicio. ¿Por qué un blog ahora? Va a ser respondida en la próxima entrega que va a llevar el nombre de La mirada del espacio.

*Esta entrada fue escrita escuchando el disco "Musik" (2022) de Acht Eimer Hühnerherzen
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