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Patas para arriba (Reunir lo que se quiere)

  • Foto del escritor: Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean
    Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean
  • 31 may 2022
  • 3 Min. de lectura

Patas para arriba me suena a dos cosas: a una posición sexual y a una frase que dice no tiene pies ni cabeza. Esta última aparece en el libro de Meschonnic Puesto que soy esa zarza, escrito en yiddish. La pose a una expresión muy de mi adolescencia: patitas al hombro.


Estas dos asociaciones me vienen al momento de escribir el titulo: patas para arriba: dos asociaciones que unen sexualidad y poesía. Para mí hay algo en mi encuentro con la escritura que tiene que ver con lo amoroso y lo sexual. Ya hablé de esto en un encuentro, ahora me acuerdo (qué maquina de recordar la escritura) en una Feria del libro de La Cruz: un conversatorio con inmensidades como Fabian Yausaz y Maia Navas: el aprendizaje de la poesía y los poemas viene de amigues con una amorosidad que me resulta fascinante, formadora e incomoda.


Estos amigos, Franco y Kevin, a quienes quiero tanto, fueron con su diferencia sexual (que se traduce en una diferencia vital inmensa) una negatividad que me lleva, hasta esta mismísima escena de escritura, todo el tiempo a repensar, a replantear, a poner todo patas para arriba. Es el caso de la hipótesis que esbocé en mi última entrada: hay que viajar para poder, en el contacto con espacios y materialidades diferentes, pensar Otras Cosas.


Entonces contra el imperativo del viaje, el cuidado del jardín, el armado de un hogar, la preocupación por donde pasamos nuestro tiempo: nuestras vidas. Es que Franco vive con sus hijxs en una pequeña casa en Ituzaingó, cerca del rio, donde aprendió a compartir sus plantas con la voracidad de las hormigas y Kevin que ha creado una artesanía sobre el estar en el presente cotidiano, despreciando la sobreactividad y volcándose a movimientos de hormiga, casi imperceptibles que buscan el contacto con algo del misterio.


Los dos me presentan a mí, el viaje patas para arriba. Porque el construir diariamente un hogar tan a lo raíz, crea una especie de fricción que disminuye la velocidad del irse materialmente. No veo a mis amigos como fanáticos de los viajes, pero es injusto decir que no están todo el tiempo en movimiento o que sus ideas no se estiran como un chicle: ¿Qué sucede en esta paradoja? ¿Hay que volver al lugar común de decir que viajan desde sus hogares a través de la literatura por ejemplo? ¿Estoy forzando un pensamiento dialectico?


La idea que anoté rápido en mi libreta anoche antes de dormir fue la que tenia por centro el poema Naufragio de Franco. Sería largo un buen análisis del poema, así que voy a donde quiero: la cuestión esta en que tanto Kevin como Franco ya han vuelto de sus propios naufragios, entonces clavan bandera. Si la concepción de viaje que me gusta es la de pensar que se viaja para poder perderse, entonces el naufragio seria la culminación de ese extravio: ¿para qué seguir volviendo a los barcos?


Los restos del naufragio quedaron esparcidos

o desaparecidos, o rotos


Nos queda el presente que ya es suficiente

y no nos debe faltar

Enrique Bunbury


Creo finalmente, que el pasaje por el naufragio deja una marca en la realidad y en el deseo. Hay un desencastre, un movimiento que deja una perinola girando y que transforma estos dos campos de modo indeleble: creo que de ahí vienen estos versos de Kevin: Como no ser un montón/todo lo que siento si/lo que siento es todo/cuanto siento.


Kevin y Franco, mis amigos, llevan a cabo una tarea extraña: armar un hogar precioso con los restos del naufragio, tablas que como los arboles partidos por un rayo, no se tocan así nomas.


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*Esta entrada se terminó de escribir escuchando el disco Jump Rope Gazers (2020) de The Beths.




 
 
 

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